PREVENCIÓN DE ENFERMEDADES.

La prevención de las enfermedades cardiovasculares en los niños es un tema bastante importante. De la misma depende que lleguen sanos estas futuras generaciones. Les invito a que lean con detenimiento este artículo. 
» El último domingo del mes de septiembre es el establecido para celebrar el Día Mundial del Corazón, una oportunidad para concienciarnos sobre la importancia de las enfermedades cardiovasculares, cuya causas se pueden prevenir desde la infancia creando buenos hábitos.
En Edukame siempre os hablamos del corazón, de la importancia del amor, de dejar expresar los sentimientos y de respetarlos tanto de los niños como de los adultos.  Pero hoy os queremos hablar de estas enfermedades, pues son las causantes de  un 30 % de las muertes registradas en nuestro planeta.
Este tipo de dolencias no respetan razas, credos o sexos. La mayoría de los factores de riesgo pueden controlarse desde la niñez cambiando nuestros hábitos y educando a nuestros hijos para llevar un estilo de vida más saludable.
Las principales causas de las enfermedades cardiovasculares son: la alimentación, el tabaquismo y el sedentarismo. Los hábitos son aprendidos de los padres como primeros modelos, después del resto del entorno familiar y por último de la comunidad en su sentido más amplio. Promover y fomentar un corazón sano es labor de todos. 
Alimentación saludable.
El niño debe comer una variedad de alimentos para que reciba los nutrientes que necesita en su crecimiento normal, limitando los alimentos ricos en grasas y en azúcar.
Una dieta saludable puede ayudar al niño a permanecer en un peso normal, lo cual será básico a la hora de evitar ciertos problemas relacionados con la obesidad, como la diabetes o las enfermedades cardiacas.
Tabaquismo.
Alrededor de la mitad de los fumadores adolescentes tienen padres que fuman, por lo que el tabaco ha sido un habitual en sus casas desde pequeños. Como padres debemos procurar no animar a nuestros hijos al tabaquismo, es muy importante evitar su exposición al humo de tabaco ambiental y tratar de cesar en ese hábito.
Actividad física.
La televisión, los videojuegos, internet, han provocado que los niños dediquen en la actualidad una parte muy grande de su tiempo a estas actividades de tipo sedentario. Es importante que los pequeños practiquen algún deporte y realicen actividades al aire libre que generen una serie de beneficios en su salud física y mental.
La práctica de actividades físicas influye en su crecimiento y el desarrollo saludable de su sistema cardiorrespiratorio y muscular, ayudando a mantener un peso saludable y previniendo enfermedades cardiovasculares tales como la hipertensión o el colesterol.
Si tu hijo es aún muy pequeño para practicar un deporte de competición puedes realizar con él alguna actividad como la psicomotricidad o la matronatación».
Fuente: Edukame.com

¿ LO HAN PENSADO ALGUNA VEZ?

Con este pequeño reclamo quiero llamar la un poco la atención a todas las familias que forman parte de las diversas comunidades escolares. Desgraciadamente y debido a factores de los que somos todos conscientes el papel de la escuela ha ido evolucionando pero con más cargas. Por eso les invito a que lean despacito este cartel que me envió mi amigo Pedro y que quiero compartir con todos ustedes.

DIGNIFICAR NUESTRA LABOR


Después de todo lo que ha llovido estos últimos días respecto al informe PISA sobre nuestra labor, sueldos y demás familias, como se dice en las esquelas, les dejo con un artículo de un periodista que les invito a leer. Y recuerden «La primera escuela es la propia casa donde el /la niño-a vive»

La educación, dignificando la profesión.

Escribe: Carles Capdevila, Periodista
Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.
Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga . Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba. Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años .
Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera. Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema. Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana). Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso.
Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados. Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?
Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.